El Águila Como Universo
El Sueño Y La Vigilia
El universo es una esfera cuya periferia es el mundo conocido y cuyo centro contiene todos los secretos de la vida. Hacia afuera la noche, hacia adentro el día y en el centro perfecto la luz pura de la esencia que cada uno es.
Aunque este centro es la raíz necesaria de la vida, poco son los que pueden entrar en contacto directo con él. La mayoría nace, crece y muere sin poder conocer dicha vertiente. Es a ellos a quienes el Águila devora. Sumidos en la noche de la inconciencia no advierten el sueño en el que viven. No perciben las entidades sutiles de las cuales el Águila se vale para sorber su energía vital.
Sin embargo es posible despertar mediante un proceso de alquimia interior.
En esa esfera de luz y de sombras que cada uno es, en su parte exterior moran los seres oscuros y en el interior los luminosos. Y en el centro de la esfera está el ser real que es cada uno en su más pura esencia.
El proceso alquímico se hace sometiendo a los vehículos de la conciencia a la acción del fuego esencial que brota del centro de la esfera. Lo primero en purificarse es el cuerpo físico, luego el cuerpo energético, luego el cuerpo astral, luego el mental, luego el cuerpo intuitivo, luego el cuerpo espiritual y por último el cuerpo trascendente, tras lo cual uno entra en contacto directo con su propio y más real ser: el Ser Esencial.
Este nivel despierta a la conciencia al más alto nivel de acción, amor y conocimiento que puede alcanzar en el universo en el cual se encuentra. Este momento en la vida de un ser humano es lo que los alquimistas llamaron "La Piedra Filosofal". Es decir el estado interior en el cual el ser conciencia se reencuentra con su naturaleza esencial y conoce de manera experimental la inmortalidad de la vida humana.
Este punto de acción escapa a las garras del Águila ya que este sólo tiene acceso a la parte vehicular del ser humano y no a su esencia última. Ya que en la esencia última el ser humano se iguala al Águila y es él mismo el Águila. No hay diferencias. El ser conciencia se vuelve uno con el universo. Él es todo y todo es él. Con la única salvedad de que a partir de ese momento él elige que hacer: si volver al mundo conocido o sumergirse en los abismos de lo que aún desconoce. Esa es la decisión que debe tomar quien alcanza la iluminación que le permite despertar del sueño de la humanidad corriente. Una vez logrado este nivel de conciencia nace en él el estado de libertad total. En este nivel cualquier cosa que el ser se proponga se hará realidad.
Quedarse es este plano solo depende de su decisión. Su permanencia sería beneficiosa para muchos de los seres humanos que aún buscan despertar. Su ingreso en lo desconocido en cambio, es una incógnita para él y para todos.
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