Soplan Vientos De Cambio...


miércoles, 29 de agosto de 2012

Tai Chi Chuan - "Lugares Sagrados"

por Damián

Tai Chi Chuan

Lugares Sagrados
 
En la antigüedad, los templos estaban construidos en lugares lejanos, difíciles de acceder. El buscador de la sabiduría debía atravesar escarpadas montañas y pasar por desfiladeros y estrechos caminos que surcaban enormes precipicios. En las altas montañas el clima, la mayoría de las veces era hostil, atentaba contra la vida del caminante, y en verdad, pocos eran los que podían llegar al templo. La mayoría regresaba y buscaba otro lugar, más accesible, no tan peligroso. Y el resto simplemente moría, anónimo y sin sepultura, olvidado entre la nieve y la soledad de esos parajes inexplorados.
Quienes construían el templo eran conscientes del peligro que representaba poder llegar hasta él, y justamente por eso lo hacían de ese modo. Ellos mismos para llegar a ese lugar debieron atravesar antes los mismos peligros que los buscadores. El simbolismo principal de esta forma de conocimiento es la comprensión de que el verdadero conocimiento, se descubre luego de dejar de temerle a nuestra muerte. Cuando el buscador acepta la posibilidad de morir en el camino que ha decidido tomar, es cuando da el primer paso hacia el conocimiento real. Porque mientras camina advierte, que no podría ser de otro modo. Que si se hubiera quedado en su casa, no dormiría tranquilo por saber que el camino lo espera. Cuando emprende el camino, no le importa morir, porque su deseo más profundo, es el descubrimiento de la sabiduría eterna, alcanzar su máximo estado de consciencia, aquel estado de la consciencia donde nos ponemos al límite de nuestra humanidad y vislumbramos aquella esencia, que nos une al absoluto inefable, a la región de la nada omnipresente, pilar invisible de nuestro universo.
El camino peligroso lo lleva de una región a otra sin rastros del templo, pero el templo no aparece. Después de incontables días descubre una huellas que lo conducen a una cueva. Es la casa del ermitaño. Al entrar este lo recibe con amabilidad. Se quedan en silencio un tiempo y luego el buscador le pregunta sobre la verdad que él busca, el secreto de la sabiduría eterna. El ermitaño sonríe pero no le dice nada aparentemente valioso. Después de unos días de estar allí, el buscador decide seguir su camino en busca del templo, pero antes de marcharse el ermitaño le dice: puedes seguir caminando, pero el templo que buscas ya lo has encontrado. Este es el templo, dijo, señalando con su vista todo el cordón montañoso que los rodeaba. Ahora sólo tienes que saber cuál es tu lugar en este templo. Somos muchos, cada cual ocupa su propio lugar, porque cada cual tiene un trabajo diferente. Somos más de los que puedes ver, pero si vacías tu cuenco, en las aguas del mar, tal vez los puedas encontrar. No dijo nada más y se volvió a su cueva. Se sentó mirando a las montañas y se sumió en el silencio.
El caminante ya sabía todas las historias de maestros y discípulos, había seguido la instrucción de las escuelas de sabiduría, pero siempre había estado engañado, o mejor dicho, nunca había encontrado ese templo que el tanto buscaba. Al principio pensó que encontraría al maestro que lo guiara, pero ahora, después de haberlo encontrado, tenía que aceptar eso que el tanto había dilatado. El templo eran esas montañas y no había otro maestro que esas montañas y ese camino. El templo eran todos los lugares y el maestro todos los instantes. Pero no podría haber llegado a este punto si no hubiera puesto en riesgo su vida, porque sólo ahora pudo comprender que la inmortalidad era una facultad esencial de su ser consciencia.
 
 

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