Soplan Vientos De Cambio...


martes, 8 de junio de 2010

Poesías - "Las Lecciones De La Vida" (por Azrael) - "La Muerte Del Cisne" (por Uriel)

por Azrael

Las Lecciones De La Vida

La luz cerró la noche de mis días.
Alejado está el demonio que tentaba
a mi espíritu con tanta rebeldía,
sin causar otra cosa más que trabas.


Apuraba el corazón a la razón.
Apuraba, sí, pero ella no cedía.
Cómo puede ser posible, corazón.
Quieres dar rienda suelta a tu alegría.


Y qué tiene eso de malo, pienso yo.
¿Es que acaso, no se dan así las cosas?
Todo vino en la tormenta, como un rayo.
Como cuando alguien ofrece así, una rosa.


Oí gritar “Al abordaje mis valientes”.
Sin saber a qué se estaba refiriendo
esa voz, que resonaba entre mis dientes.
Que sigo sin saber, si está mintiendo.


¿Y qué importa si es que miente?,
en todo caso,
sólo habrá que confirmar esa mentira.
Y después, ¿qué habrá después?
¡Y qué me importa!
Son sagradas las lecciones de la vida.



por Uriel

La Muerte Del Cisne

En el crepúsculo del amanecer,
aún cuando todavía
en el firmamento brillaban
las conciencias estelares,
el ave blanca y rosada
se disponía abrir una vez más
sus grandes ojos oscuros.
Alzó su pequeña cabeza
hacia lo más alto de cielo.
Parpadeó varias veces,
entonces abrió sus grandes alas,
hundiendo su fino pico
en el fondo del lago
y se refrescó.
Se dispuso, entonces,
a tomar su vuelo matutino.
A pesar de sus años,
tomo velocidad lentamente,
la justa y necesaria.
Para despegar. Para volar.
Para planear, para subir y bajar.
Para observar toda la planicie.
Su silueta se dibujaba
en el anaranjado rojizo del nuevo día.
Desde lo alto saludó a todos
los demás animales,
que en el lago habitan, sin excepción,
incluso los más despiadados.
Así estuvo durante largos minutos.
Subiendo, bajando y planeando.
Luego de un perfecto aterrizaje,
fue en busca de su último desayuno.
Ingirió todo lo que pudo,
hasta saciar su apetito.
Todos la miraban asombrados.
Con miradas intrigantes.
Con miradas expectantes.
Se la veía, blanca, serena,
radiante como nunca.
De color plata rosado.
Hasta el mismo sol
estaba asombrado
de su propia brillantez.
Con su mirada les dijo:
es mi último día entre ustedes.
Se despidió de todos.
Uno por uno.
Sus enemigos, con resignación,
le saludaron con alegría y en paz.
Luego descansó, de pié,
como toda su vida…
Con la mirada perdida en el horizonte,
esperó la hora del atardecer.
Nuevamente se refrescó.
Alzó su cabeza hasta lo más alto del cielo.
Con sus finas, delicadas y largas patas
se dispuso a tomar vuelo.
Todos los demás le cedieron el paso.
Con lágrimas del sol la despidieron.
Hasta que se alzó en el aire,
puro y sereno.
Una vez más subió y bajó,
para planear sobre toda la planicie.
Hasta que su vuelo
se perdió rumbo al norte.
Así, su silueta,
por última vez,
quedó estampada
en el rojizo sol del atardecer.

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