El Águila Como Universo
El Águila Invisible
Detrás de lo conocido está lo desconocido. Detrás del todo está la nada. De la unidad surgen los números y del cero la unidad.
El Águila Invisible es el universo desconocido. Es invisible para los que están del otro lado del velo, pero visible para aquellos que los han traspasado. Es lo absolutamente desconocido. Pero este absoluto es relativo a cada ser. Porque depende de donde esté parado cada uno será la porción de horizonte que percibirá. El espectro de percepción de la conciencia está en directa proporción con el dominio de sus vehículos. Quien solo domine su cuerpo físico verá cosas físicas. Quien pueda dominar su cuerpo energético comenzará a percibir formas de energía y así con el resto de los vehículos, el astral, el mental, el intuitivo, el espiritual y el trascendente.
Pero pese a todo, siempre quedará un resto de universo que permanecerá vedado a su voluntad. Esa porción incognoscible, representa la nada omnipresente, el vacío primordial.
Ante el misterio inalcanzable las conciencias más espirituales se igualan con las más terrenales, y esta situación es la que engendra la humildad, tanto en una como en otras. Nunca serán hollados los secretos del universo en su totalidad. Siempre habrá una semilla de nada en cada instante, que con su sola presencia destruirá cualquier dogmatismo. La irrupción de lo incierto y el azar representan el advenimiento de un nuevo fuego transmutador, ya que todo el edificio que fue construido pacientemente a lo largo de muchos años, de un instante a otro, gracias a una nueva revelación o a un paso más allá de los esquemas preconcebidos, comienza a derrumbarse para dejar paso a una nueva estructura.
Al salir de un universo, un abismo se abre ante la conciencia, y al avanzar en ese abismo todos los sostenes se desvanecen. Los vehículos de manifestación que antaño le sirvieron para imponer su voluntad al universo se van desprendiendo uno a uno como los pétalos de una flor en su madurez, y de instante en instante el ser se va haciendo pura esencia en el abismo. El tiempo ya no existe, tampoco el espacio. Una brecha de inmensidad ahora es la realidad en un eterno presente ilimitado. Todo se borra. Todo deja paso al vacío. Cualquier sitio donde la conciencia se proyecte no devuelve ninguna imagen. No hay espejos. No hay límites. Solo la lejana sensación de haber sido devorado por algo. De haber entrado dentro de un organismo invisible que por algún motivo todavía no se ha dado a conocer.
El pasaje dentro de la nada es la caída dentro del Águila invisible que al igual que, su doble material es una totalidad; sólo que de naturaleza puramente espiritual, y por lo tanto imperceptible para los que moran en el barro de la materia.
El Águila invisible devora a las conciencias que se proyectan más allá de sus propios límites, sumergiéndolas en una nueva realidad ilusoria, solo que esta vez de naturaleza espiritual. Velos de luz, unos tras otros, para velar el resplandor de un vacío más profundo que el anterior.
En este sueño inconcebible permanecerá la conciencia por un lapso indefinido. Su despertar acontecerá pero bajo otra forma, en otro universo, bajo otras leyes. Habiendo alcanzado la cima de la montaña, despertará nuevamente en el valle, en medio del sombrío bosque, desnudo y sin habla.
Una antigua ley universal enuncia que quien haya subido a la montaña, debe volver al valle. Así, en los viajes de las conciencias a través del universo, todo lo que sube baja y todo lo que baja ha de subir. Esto no implica un estancamiento circular sino que el valle al que arriba el ser luego de haber subido la montaña es de un nivel más sutil que el valle que dejó. El desarrollo conciente se expresa en una espiral ascendente. Todo lo visible se hace invisible y todo lo muerto resucita. La polaridad universal, al traspasar las fronteras de su espectro de irradiación correspondiente a una frecuencia de conciencia determinada, se transmuta y convierte su polaridad horizontal en vertical. Antes lo positivo se complementaba con lo negativo. Luego, en un nivel más sutil positivo y negativo como emanaciones del todo, se complementan con la nada, emanación de lo desconocido. Dentro de la nada, habrá otro tipo de polaridad, pero de un nivel más sutil. Y así, de esa forma gradual, la realidad del universo se va sutilizando cada vez más hasta descubrir la morada de los dioses, y demás seres que habitan en las regiones celestes de este universo infinito.
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