Tai Chi Chuan
El Tai Chi Chuan Como Drama Iniciático
El Tai Chi Chuan Como Drama Iniciático
(19na parte)
La Llave De Oro
En medio del desierto aparece un oasis. El caminante, casi al borde de la muerte lo descubre y se dirige a él en busca de alimento y agua. Es imposible que exista un lugar así en medio de aquel insondable páramo de arenas infinitas. Sin embargo allí está el palacio del rey, quien lo recibe y muy amablemente lo alimenta y le da de beber. Se puede quedar todo el tiempo que quiera y si desea marcharse, tiene preparada una tropilla de animales para que lo conduzca al poblado más cercano. Así son las cosas en este nuevo mundo, piensa el viajero, un día se está al borde de la muerte, y al día siguiente la vida se desborda.
Ya saciada su hambre y su sed, el caminante fue a recorrer el oasis y encontró un pequeño templo. En la puerta había un anciano barriendo la entrada. El forastero quiso entrar y el anciano lo animó a que llamara a la puerta. Golpeó unos platillos que había allí, pero nadie salió. El anciano una vez más, sin palabras, lo instó a entrar al pequeño templo. El caminante accedió y entró. Adentro no había nadie, ni nada. Ni una imagen, ni un incensario, ni ninguna de las cosas que había visto en otros templos. Sólo un gran vitral en el techo, con la imagen del yin y el yan.
Estuvo un tiempo adentro y luego salió. El anciano, que todavía seguía allí, lo llamó y muy discretamente, abrió su mano y le mostró una llave de oro. Lo miró a los ojos y le hizo entender que esa llave era muy importante.
-Abre y cierra las puertas de tu corazón-, le dijo sin palabras. -Yo soy el guardián de la llave, y yo no soy otro que tú mismo dentro de algunos años...- terminó crípticamente el anciano.
Al otro día el viajero partió nuevamente hacia el desierto. En su interior estaba grabada la imagen de la llave y la mirada de aquel extraño hombre. Si ese hombre era él mismo, no había de qué preocuparse, sólo debía encontrar la calma para poder comprenderlo...
Ya saciada su hambre y su sed, el caminante fue a recorrer el oasis y encontró un pequeño templo. En la puerta había un anciano barriendo la entrada. El forastero quiso entrar y el anciano lo animó a que llamara a la puerta. Golpeó unos platillos que había allí, pero nadie salió. El anciano una vez más, sin palabras, lo instó a entrar al pequeño templo. El caminante accedió y entró. Adentro no había nadie, ni nada. Ni una imagen, ni un incensario, ni ninguna de las cosas que había visto en otros templos. Sólo un gran vitral en el techo, con la imagen del yin y el yan.
Estuvo un tiempo adentro y luego salió. El anciano, que todavía seguía allí, lo llamó y muy discretamente, abrió su mano y le mostró una llave de oro. Lo miró a los ojos y le hizo entender que esa llave era muy importante.
-Abre y cierra las puertas de tu corazón-, le dijo sin palabras. -Yo soy el guardián de la llave, y yo no soy otro que tú mismo dentro de algunos años...- terminó crípticamente el anciano.
Al otro día el viajero partió nuevamente hacia el desierto. En su interior estaba grabada la imagen de la llave y la mirada de aquel extraño hombre. Si ese hombre era él mismo, no había de qué preocuparse, sólo debía encontrar la calma para poder comprenderlo...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Su comentario es apreciado. Muchas gracias.