Tai Chi Chuan
El Tai Chi Chuan Como Drama Iniciático
El Tai Chi Chuan Como Drama Iniciático
(11ra parte)
Abrazar Al Tigre Y Volver A La Montaña
El viajero ha tomado un camino oscuro dentro del gran castillo, es un largo pasillo con un punto de luz al final. Lleva en su mano la llave de plata, que abre el portal de la Luna. Sus pasos retumban en la soledad y tiene tiempo para pensar y escuchar sus pasos.
El pasillo desemboca en el mercado de la ciudad. Allí puede ver a sus amigos, o debería decir a sus antiguos amigos. También ve a su familia, sus padres, hermanos, esposa e hijos... todo le parece lejano. Hace mucho tiempo que partió, meses, ¿años quizás? Cuando partió no había pensado en regresar, y si hubiera podido elegir quizás no lo habría hecho. Pero el destino lo había guiado hasta aquí nuevamente, a su tierra de origen, o al menos al lugar desde donde partió. Las dudas son muchas. Solo hay una certeza.
Camina un poco más, y su esposa se acerca a él... pero para su sorpresa no lo reconoce y pasa de largo. Su familia tampoco lo reconoce cuando él los mira. No lleva el rostro cubierto, pero hay algo que lo hace... invisible, irreconocible. Sus antiguos amigos están jugando a los dados en el bar. Por puro placer se acerca a observar de cerca la partida, sabe que no lo reconocerán.
Mira a su alrededor, la ciudad alienada en sus ocupaciones, todos corriendo detrás de algo que no saben bien qué es, yendo de aquí para allá cargados de ocupaciones y preocupaciones, ahogados por los mismos problemas de siempre, caminando en círculos sin cruzar jamás el límite de la ciudad.
Y también se ve a él mismo caminando en círculos y yendo de aquí para allá, ocupado y preocupado. La visión lo intriga. Es más bien una sombra de sí mismo. Cuando está solo se acerca y lo mira ¿lo reconocerá? ¿se reconocerá a si mismo en su rostro?
El infeliz mira al viajero y queda atónito, asustado, paralizado. Sus ojos se abren enormemente. No hay palabras, no hacen falta. El viajero le hace una señal de que lo siga. “A partir de ahora serás mi sirviente” le dice al infeliz. No hay nada más que decir. “junta lo que te haga falta y ven a este mismo lugar.... partiremos esta misma noche” “¿adónde?” responde tímidamente la sombra “No lo sé” responde el viajero “Tal vez volvamos a la montaña” “no puedo ir” dice la sombra “Tengo una familia, un trabajo, una vida aquí... no quiero ir” “No te lo he preguntado” respondió el viajero “Te lo he ordenado. Sabes bien que tú tan solo eres una sombra sin mí, y que por primera vez en tu vida te sientes realmente vivo. Sabes que todo esto a lo que tú llamas vida es tan solo un simulacro de vida, una parodia mal escrita... No tengo que darte explicaciones. Junta todo lo que te haga falta y ven, no será mucho tiempo...”
El pasillo desemboca en el mercado de la ciudad. Allí puede ver a sus amigos, o debería decir a sus antiguos amigos. También ve a su familia, sus padres, hermanos, esposa e hijos... todo le parece lejano. Hace mucho tiempo que partió, meses, ¿años quizás? Cuando partió no había pensado en regresar, y si hubiera podido elegir quizás no lo habría hecho. Pero el destino lo había guiado hasta aquí nuevamente, a su tierra de origen, o al menos al lugar desde donde partió. Las dudas son muchas. Solo hay una certeza.
Camina un poco más, y su esposa se acerca a él... pero para su sorpresa no lo reconoce y pasa de largo. Su familia tampoco lo reconoce cuando él los mira. No lleva el rostro cubierto, pero hay algo que lo hace... invisible, irreconocible. Sus antiguos amigos están jugando a los dados en el bar. Por puro placer se acerca a observar de cerca la partida, sabe que no lo reconocerán.
Mira a su alrededor, la ciudad alienada en sus ocupaciones, todos corriendo detrás de algo que no saben bien qué es, yendo de aquí para allá cargados de ocupaciones y preocupaciones, ahogados por los mismos problemas de siempre, caminando en círculos sin cruzar jamás el límite de la ciudad.
Y también se ve a él mismo caminando en círculos y yendo de aquí para allá, ocupado y preocupado. La visión lo intriga. Es más bien una sombra de sí mismo. Cuando está solo se acerca y lo mira ¿lo reconocerá? ¿se reconocerá a si mismo en su rostro?
El infeliz mira al viajero y queda atónito, asustado, paralizado. Sus ojos se abren enormemente. No hay palabras, no hacen falta. El viajero le hace una señal de que lo siga. “A partir de ahora serás mi sirviente” le dice al infeliz. No hay nada más que decir. “junta lo que te haga falta y ven a este mismo lugar.... partiremos esta misma noche” “¿adónde?” responde tímidamente la sombra “No lo sé” responde el viajero “Tal vez volvamos a la montaña” “no puedo ir” dice la sombra “Tengo una familia, un trabajo, una vida aquí... no quiero ir” “No te lo he preguntado” respondió el viajero “Te lo he ordenado. Sabes bien que tú tan solo eres una sombra sin mí, y que por primera vez en tu vida te sientes realmente vivo. Sabes que todo esto a lo que tú llamas vida es tan solo un simulacro de vida, una parodia mal escrita... No tengo que darte explicaciones. Junta todo lo que te haga falta y ven, no será mucho tiempo...”
El viajero y su sombra salieron de la ciudad rumbo a la montaña. Allí los espera el tigre para atacarlos y probar su valor.
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