por Damián
T'ai Chi Ch'uan
El Árbol
Es el bosque. Un cartel perdido entre otros carteles de la ciudad me condujo hasta ese lugar. El anuncio decía “Tai Chi Chuan: Arte del movimiento. Equilibrio. Armonía.” Un mensaje simple. Yo sabía lo que era esta disciplina, ya la había practicado en alguna ocasión, pero me daba la sensación de que mis instructores no sabían bien lo que estaban haciendo. El primer instructor que tuve sabía muchas cosas, pero justamente esa, era su dificultad. Mezclaba Kung Fu, Chi Kung, Tai Chi Chuan, espadas, y en definitiva las clases terminaban siendo un” algo” difuso. El punto que me llevó a dejar la instrucción, fue el día en que el instructor se detuvo en medio de la forma, abandonándola, porque se había olvidado cuáles eran los movimientos que seguían. En su momento eso me pareció inadecuado. Detener la forma resulta tan absurdo, como querer detener el curso del universo, por el solo hecho de haber cometido un error. Esto y su exceso de técnica me alejaron. Luego tuve oportunidad de practicar Tensegridad, que es un arte marcial de origen tolteca. Pero mi instructor era muy desorganizado, por lo cual, en cada clase se generaba mucha energía, pero se dispersaba en lugares inciertos. Los objetivos de la práctica se borraban y esto generaba confusión. No había claridad en la instrucción, y esto nuevamente me alejó de la práctica. Pero en el fondo yo tenía la certeza de que el Tai Chi Chuan era lo que necesitaba. Todas estas cosas iba pensando mientras me dirigía a mi primera clase en el bosque. Cuando llegué, el instructor estaba practicando solo. Esperé a que terminara y me acerqué… justo en ese instante apareció otro alumno también para sumarse a la práctica. Hablamos un poco y luego comenzamos. Lo primero que hicimos fue . Esta posición es la que abre la práctica del Tai Chi Chuan. Consiste en pararse con las piernas separadas, y los brazos abiertos. Algo simple. Luego comenzamos la forma, que es una serie de movimientos encadenados con principio, desarrollo y fin. Antes de finalizar hicimos nuevamente , y así terminó la primera práctica. Luego vino una ronda de preguntas. Yo pregunté por qué no habíamos hecho antes un precalentamiento, como estaba acostumbrado con mis otros instructores. El instructor respondió:”El precalentamiento físico no es necesario porque El árbol reemplaza la parte del precalentamiento. Esta figura es un portal… separa la vida cotidiana, de la vida dentro del sentido del Tai Chi Chuan. El precalentamiento físico, es mera técnica corporal. Lo que se prepara desde esta perspectiva del árbol, es el Ser Interior. Al asumir tal posición el practicante se analoga con el modo de ser del árbol, y asume sus cualidades. Hay pues en el comienzo una frecuenciación de firmeza, expresada en la raíz; y de expansión expresada en el despliegue de las ramas. La raíz se conecta con la energía de la tierra, y las ramas con la energía del cielo. El tronco es el punto de reunión de ambas, y la expresa imagen metafórica de la esencia humana, que es una mezcla de energía terrena y energía celeste. Esta frecuenciación hace hincapié en el plano interno, por eso no hay movimiento físico. Sino que el movimiento es interior. Y desde esta escuela priorizamos el trabajo interno sobre lo externo, ya que metafísicamente lo interior es causa de lo exterior. Y es mejor, trabajar sobre el plano causal primero, ya que conociendo la causa se pueden conocer más claramente los efectos; y el mundo material no es sino un efecto del mundo espiritual, y no al revés.”
Así habló, y ambos, mi compañero y yo, nos quedamos pensativos, ya que a pesar de haber comprendido sus palabras, sentíamos que no lo habíamos hecho en toda su profundidad. De todos modos por el momento estuvo bien, ya que en mi caso, esa respuesta, en conjunto con la práctica, me dieron la pauta de que esta era una instrucción diferente, más acorde a mi naturaleza, puesto que desde mi punto de vista el Tai Chi Chuan era ante todo una filosofía, y en segundo lugar una técnica de arte marcial. De modo que esa primera clase fue suficiente, como para sentir internamente que este era el camino que había estado buscando todos estos años. Con el tiempo mis ideas acerca de la instrucción y del instructor irían cambiando, hasta hacerse incluso contradictorias. Pero lo que no cambiaría desde esa parte hasta hoy, es la certeza interna de que en la práctica diaria y sencilla se encontraban las repuestas que mi Espíritu necesitaba, y que cuando no podía resolver algo no era que el sentido universal no existiera, sino que más bien era yo quien aún no podía captarlo claramente.
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