Tan Sólo un Juego De Niños
Aunque parezca mentira es una cruel realidad; que muchos adultos parecen “niños” y que los “niños”, parezcan adultos.
¿Por qué y debido a qué?...
Porque muchas veces nuestro comportamiento como “seres humanos”, que decimos “ser”, no se parece en nada a lo que, supuestamente debería parecer. Por lo tanto tengo la sensación de que, los “adultos nos encontramos en decadencia”.
Y en el caso de los niños está dado muchas veces por sus actitudes y pensamientos tan simples que, sumados a sus actitudes, se asemejan a lo que debería “ser humano”. Quizás sea porque en ellos, se halla un grado de inocencia, que les hace interpretar la vida diaria de una forma más comprensible, tolerante y casi de forma “inegoísta”.
Sólo nos interesamos, los adultos, por nosotros mismos y sólo atendemos y por ende atendemos nada más que nuestro “propio juego”, el que más nos convenga según la ocasión.
La mayoría de nuestras vidas las basamos en lo material, en lo económico y financiero; sin tener en cuenta otros aspectos de la vida cotidiana.
Hay quienes, le agregan un toque emocional, como para demostrar que, ante la adversidad que puedan padecer, ellos también tienen sentimientos y pueden sufrir a la par.
A muchos de nosotros nos encanta pasarnos “la pelota y hacer jugadas maravillosas”, pero jamás la metemos dentro del arco; y cuando el conflicto se nos quema en las manos, se lo encajamos a quien tenemos a nuestro lado; total que se queme el otro.
Así vivimos diariamente; la culpa siempre la tiene el de al lado, o bien el gobierno anterior, en donde sea,…
Todo es así en nuestra sociedad moderna, llena de lujos, placeres, y tecnología para una mejor relación y comunicación, cosa que cada vez sucede menos, a diario; acompañadas de actitudes poco éticas y morales,… total nada nos importa
Es por eso que todo esto que nos sucede, se parece a un juego de niños, donde se canta: “al Don, al Don, al Don pirulero, cada cual, cada cual, atiende su juego”… y por desgracia, “el que pierde una prenda tendrá”.
O como el juego del “el gran bonete”, al que algo se le ha perdido, y la culpa siempre es el otro, el de más allá, quien sea,… pero nunca somos capaces de mirarnos a nosotros mismos al espejo y decirnos: “yo también soy el gran bonete”.
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