Sueños
Invisible

-¿Dónde está?, pregunta uno.
-No sé, responde otro. –
No me ven, pienso, yo. Están a cinco centímetros de mi cara y no me ven... Contengo la respiración... espero, pero no se van. Pasan segundos interminables hasta que uno se aparta un poco y aprovecho ese espacio para salir corriendo de allí.
Recorro las calles y nadie me ve. Quizás nunca me vieron y recién allí me doy cuenta, por eso estoy desnudo. Mi piel es transparente. Pero yo me veo.
Oigo los tambores de un rito cercano. Las mujeres cantan con voces ancestrales. Invocan a los espíritus del sueño y la naturaleza. Quizás sea yo uno de ellos. Quizás este muerto y sea un espíritu, por eso nadie me ve. Voy hacia allí, a presenciar el ritual.
Un gran fuego es el centro de los bailes circulares. Todos están hipnotizados por la luz y la música. Un hombre se detiene ante mi y me mira a los ojos. Mira a los costados para asegurarse de que nadie lo vea y me ofrece un cuchillo. Lo tomo y sigo mi camino. Otro más me ve, pero no dice nada. Son mis aliados. Están mezclados con ellos. Ellos. Ahora voy a buscarlos y a matarlos con este largo cuchillo que me dieron. Los busco. Al primero que veo le hundo el puñal en el pecho. Busco venganza por mi muerte quizás. Quizás la fosa en el cementerio era mía. Los voy a matar. Encuentro a otro y le corto el cuello. El ritual sigue. Mato a los centinelas. Mi pensamiento no está claro. Sigo mi camino, corro entre las mesas de un bar con gente de plata. Ellos sólo perciben el viento de mi espíritu. Algunos pueden presentirme. Están acostumbrados a los fantasmas.
Trepo los techos y me quedo allí, observando las motos y los autos que corren carreras, embotados en la estupidez de sus mentes poseídas. Sería bueno matarlos. Mi cuchillo lleva grabada en su hoja un árbol rojo. Es una buena señal para comenzar...
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