por Damián
Tai Chi Chuan
Los Tres Cielos
(5ta parte)
La práctica del Tai Chi Chuan por una parte comprende la ejecución de movimientos marciales, abocados principalmente a la defensa de lo que es propio. Pero por otro lado es el cultivo del amor alquímico. Es defender y amar. Defender el reino y cultivar el amor celestial. Por eso es una disciplina de amor y de guerra. Aquel que la practica es el guerrero. El poder que uno va adquiriendo puede tener diferentes destinos. Hay quienes ante una situación de poder lo utilizan para esclavizar a los otros. Pero estos ignoran que al esclavizar a otros en realidad se están esclavizando a si mismos. No saben que en la cúspide de la montaña celestial, esta la libertad que esta práctica busca. Y libertad significa independencia de todo, libertad es vacío, es fluir transparente en las tramas universales. Libre es quién de nada depende. Por eso en el Tao Te King se dice que “el buen caminante no deja huellas”. Porque quien camina resolviendo los problemas a nadie debe nada, y por lo tanto nada pueden reclamarle. Y así, mientras camina de forma impecable, va gradualmente desapareciendo del mundo, y entrando despacio en el desierto cósmico. Va dejando gradualmente su ropaje de humanidad para entrar al reino de los seres celestiales. El límite de esta práctica es la propia humanidad. Más allá del universo humano está lo desconocido, frente a lo cual nada cabe decir, porque es la nada misma. Solo por medio de negaciones uno puede hacerse una idea de lo que es lo desconocido. Por eso en la base misma de la filosofía taoísta se dice que el Tai Chi Chuan es un “Wu Wei”, un “No Hacer”. O lo que es lo mismo es un “Hacer Nada”. Este nivel de acción es el que pone al practicante en una situación de liberación de las ataduras del tiempo y el espacio, colocándolo en un estado de eternidad en donde lo único que existe el “Aquí y Ahora”.
Este era el secreto que estaba escrito en el libro sagrado encontrado por Sang Zhan Feng entre las cenizas del rayo celestial.
La experiencia del eterno presente, es lo que está en la base del Tai Chi Chuan. El combate interior que se libra en cada práctica y el cultivo del amor alquímico igualmente interno, tienen como objetivo el alcanzar esta vivencia de eternidad. El ciclo de descenso y ascenso se da de forma continua, por eso no tampoco cabe hablar de un fin, en esta práctica. No hay fin absoluto, sino que más bien es un ciclo que se repite constantemente y siempre es diferente. El Tai Chi Chuan cuenta la historia de la caída en la materia y el ascenso de la consciencia a los planos celestiales. Una y otra vez, cada movimiento, es un paso, que sin dejar huellas, se aproxima a ese estado de eternidad.
Este era el secreto que estaba escrito en el libro sagrado encontrado por Sang Zhan Feng entre las cenizas del rayo celestial.
La experiencia del eterno presente, es lo que está en la base del Tai Chi Chuan. El combate interior que se libra en cada práctica y el cultivo del amor alquímico igualmente interno, tienen como objetivo el alcanzar esta vivencia de eternidad. El ciclo de descenso y ascenso se da de forma continua, por eso no tampoco cabe hablar de un fin, en esta práctica. No hay fin absoluto, sino que más bien es un ciclo que se repite constantemente y siempre es diferente. El Tai Chi Chuan cuenta la historia de la caída en la materia y el ascenso de la consciencia a los planos celestiales. Una y otra vez, cada movimiento, es un paso, que sin dejar huellas, se aproxima a ese estado de eternidad.
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