por Uriel
En Dos Años...
(Dedicado a mi madre y a mis hijos)
En dos años conocí mucho más de la vida, quizás mucho más de lo que venía conociendo. No es fácil encontrarse de repente, solo, sí, “solo”; solo en todos los aspectos que un hombre pueda sentirse.
Fue como entrar en un nuevo estado “nádico” o de la “nada” misma. Fue terrible, duro, tan duro como estar en el espacio sin estrellas, sin planetas, sin sol, sin luna,… sin nada.
Muchas veces uno se cree vivo o piola, por decirlo de alguna manera, cuando está rodeado de sus seres queridos, padres, hijos, etc., aunque vivan a la distancia o esté separado de ellos por alguna cuestión, de todos modos ellos, siempre están… levantamos el tubo del teléfono y listo nos ponemos en contacto. Pero, ¿qué pasa cuando con quien convivimos ya no está y nos encontramos que nos falta su presencia física y su ser? Verdaderamente estamos solos, nos sentimos solos y nos invade la amargura… Desesperadamente salimos a la calle en busca de quienes por minutos, horas o un par de días nos hagan compañía, ¿no es cierto?... De esta forma aprendí que ante todo debía encontrarme a mismo, para que luego, de esta forma, a la fuerza, aunque no quisiera, “ser yo mismo”.
Muchos de nosotros nos tomamos el resto de sus vidas para hacerlo, otros el tiempo que necesiten y otros tratamos que sea corto el duelo, pero a conciencia, con claro juicio y discernimiento.
En dos años aprendí a sostenerme como fuese, en la medida de lo posible, en esta nueva vida, clara pero con ética y moral. Fueron días solitarios, de noches lúgubres y amargas, donde las estrellas sólo parecían estar pintadas en el cielo. Tuve que aprender a pararme de nuevo, a caminar de nuevo, a sonreír de nuevo, a llorar por dentro y tener una alegría por fuera y lo más triste fue endurecer mi corazón… También aprendí a contar cada centavo que tenía y que me ganaba, y lo que es mejor, saber administrarlo.
Nada me fue fácil, ni difícil, todo debía ser hecho con sacrificio, amor, lucha y entrega, por un ideal –concreto-, o sea, por un proyecto y logro de vida, por una causa; la más importante “sobrevivir” y a la vez sostener ese proyecto.
Aprendí a convivir con la lluvia, con el temporal, el torbellino, el desierto y selva despiadada donde vivo junto al resto de la humanidad.
En dos años, aprendí a tener y adquirir “conducta y paciencia”, mucho más de la que he tenido antes; aprendí mucho más en este tiempo de mis fracasos y mis derrotas que antes; tan sólo fueron pequeñas batallas de entrenamiento.
Aprendí a confiar y amar de otra forma, muy diferente. Aprendí que, querer no es lo mismo que amar, aprendí a comprender y no a tolerar, sino, a contener a quien necesitara de mi, aprendí a valorar el tiempo y la vida.
Aprendí que los recuerdos son tan sólo recuerdos y anécdotas del pasado, sin olvidarlos, por cierto, y sacar provecho de ellos. Aprendí a medir las cosas como fuese,…
Pero ¿sabés una cosa, vieja? recuerdo que ya me lo habías enseñado… tan sólo tenía que experimentarlo, vivirlo, palparlo, sentirlo en mi mismo, para ser yo mismo y así trazar una nueva ruta en mi vida hacia mi destino final feliz.
¡¡¡Ah!!!... Lo más importantes es que continúo aprendiendo a diario y sobre todo estoy aprendiendo a vivir y convivir con el mundo tal como es. ¡Qué bueno!, ¿no es cierto?