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lunes, 24 de julio de 2017

El Arte Dionisíaco: "Grados de Profundidad Dramática"

El Arte Dionisíaco: Grados de Profundidad Dramática

Textos por: Viento de la Mañana
Imagen: Letianuha

En su aspecto filosófico, la realidad del arte dionisíaco tiene consecuencias que exceden la realidad meramente humana. Sin embargo, existe una graduación en la profundidad que permite al actor aproximarse a los abismos del ser gradualmente sin dañarse. El proceso lleva tiempo, disciplina y esfuerzo; y el modo correcto de enfrentar esta tarea es despojándose de cualquier tipo de absolutismo. De modo tal que un logro pequeño, no deje de ser un logro, aunque en ese acto no alcancemos la realidad celeste en su pureza más diáfana.
El trabajo ha de afrontarse conociendo la estructura de la naturaleza y siendo consecuente con su realidad analógica. Un principio de la antigua filosofía hermética dice que así como es arriba, es abajo. Con esto da a entender muchas cosas, pero en este caso significa que aunque la realidad celeste no pueda hacerse presente en toda su pureza, sí lo puede hacer de manera analógica. El universo entero está conformado por tres principios: el espíritu, la materia, y la energía. Todos los seres están conformados por estos tres principios, solo que en diferentes proporciones. Los seres divinos están conformados de una materia más espiritual que los seres humanos, pero aún así tienen materia. El trabajo del actor, no es otra cosa que un trabajo de alquimia interior, donde el objetivo es hacer de este cuerpo de tierra un cuerpo de oro, donde el espíritu se exprese de forma más luminosa, expandiendo la conciencia al universo total, y unificando al ser con su primera esencia trascendente. Esto puede llevar mucho tiempo, pero sin embargo en el trabajo diario, es posible experimentar la transmutación de la conciencia y sentir, en el propio ser como ese abismo que antes parecía insondable y peligroso, de un día para otro se torna familiar y amigable, para dejar paso a otro abismo tenebroso, que amenaza con destruirnos, y sin embargo, pasado un tiempo, quizás más largo, aparece a su vez como un pequeño valle apacible y luminoso. Este es el modo en que la conciencia se transmuta de un estado a otro, accediendo imperceptiblemente, cada vez a una realidad más profunda y real. Las consecuencias de esta faena son un alejarse cada vez más de los mandatos sociales, para entrar gradualmente en una legalidad natural, cuyos designios no vienen impuestos desde el exterior, sino que surgen espontáneamente desde el interior de cada ser humano.
Por eso si bien el objetivo final de este arte es la purificación del espíritu y el reencuentro con la experiencia estática de la unidad universal; el actor en trabajo diario puede ir alcanzando objetivos parciales, ya que este largo proceso es lento y gradual, por lo cual la simpleza de una obra de teatro basta para conectarnos con este objetivo final de trascendencia espiritual. Los pequeños objetivos, hacen a los grandes objetivos, y del mismo modo, las pequeñas obras, hacen a la gran obra. La piedra filosofal, sepultada en lo profundo del alma, reluce tenuemente con cada ensayo. Y con el tiempo, del mismo modo que el mar desgasta las rocas de la costa, el acto dramático del artista hará que los velos caigan y los resplandores de esta misteriosa piedra, salgan a la luz mostrando nuevos y desconocidos senderos para transitar.

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