Soplan Vientos De Cambio...


miércoles, 31 de julio de 2013

Sueños

por Viento De La Mañana

Sueños

Metamorfosis


Estaba a orillas de un lago, rodeado de montañas. En el centro del agua diviso una casa flotante. Quiero ir hasta allí, pero no veo cómo. Un bote, un tronco, algo, pero no hay nada.
Me quedo contemplando la casa y comienzo a acercarme. Voy instintivamente hacia allí, y cuando quiero acordarme, estoy caminando sobre el agua. No me desespero, ni me inquieto, simplemente sigo mi caminata, como si fuera algo normal.
La casa no está tan lejos. Una brisa se levanta sobre el agua, primero suave, luego un poco más fuerte, hasta transformarse en una gran tormenta. Una tromba se aproxima y me levanta por los aires; un rayo me fulmina y me deja inconsciente.
Cuando recobro la memoria descubro con horror que no tengo brazos. Soy un tronco con cabeza y piernas que cae al vacío. No veo nada hacia abajo, estoy cayendo desde una altura muy elevada. Siento en mi espalda una sensación de desgarro a la altura de los omóplatos, como si algo estuviera saliendo. Es un dolor extraño y a la vez placentero.
Al cabo de unos segundos descubro que son dos enormes alas de buitre que me han nacido de la espalda. Y mis pies se convierten en garras...
A lo lejos veo un gigante recostado sobre el pasto, fumando su pipa.
Una ráfaga de viento le vuela un cabello, que viene directo hacia mí. Intento esquivarlo pero no puedo, imita cada maniobra que hago. Dicen que los cabellos de los gigantes son muy filosos. Temo por mi vida.
El cabello vuela y me alcanza justo a la altura del cuello, separando mi cabeza del resto del cuerpo, con tanta facilidad como es posible imaginar.
El cuerpo continúa volando y se estrella contra una montaña. La cabeza cae al agua y queda flotando a la deriva.
De pronto veo una almeja abierta de par en par y me aproximo a ella, valiéndome de las corrientes marinas para llegar. Ya adentro, como si fuera una perla, me acomodo en el suave terciopelo que recubre las paredes interiores de las valvas.
La almeja se cierra luego, a la espera de algún buceador que la lleve a la superficie, para sorprender con su extraño tesoro, a algún desprevenido comerciante.





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