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martes, 29 de mayo de 2012

Tai Chi Chuan - "Los Tres Cielos" (4ta parte)

por Damián


Tai Chi Chuan

Los Tres Cielos
(4ta parte)

Este relato, con más o menos variantes, se halla presente en muchas culturas a lo largo de la historia de la humanidad. El Bhagavadgita, la Odisea, y muchos de los cuentos de las mil y una noches y los hermanos Grimm, son algunos ejemplos de esto. El arquetipo siempre es el mismo, el reino usurpado por un Rey déspota y el extranjero que viene a tomarlo siguiendo sus propias reglas.
Llevado al terreno de la forma del Tai Chi Chuan, el reino usurpado es el plano de la Tierra, que psicológicamente representa la personalidad, la cara visible de cada uno. El rey déspota son todas aquellas entidades, que vampíricamente se nutren de nuestra energía esencial. Estas entidades pueden ser visibles o invisibles, por eso en ocasiones no es fácil advertir esta situación de usurpación. El extranjero que llega desde tierras lejanas es el Yo interno, que habita en el corazón, la región de la Humanidad propiamente dicha. Nadie lo comprende porque se guía por la voz del silencio, que nadie más que él puede oír. Los parámetros de bien y mal, que son válidos para el resto, no lo son para él. El se guía por su propio sentido, que aunque los otros no puedan comprenderlo, está en consonancia con el sentido universal. Y en la medida en que el ser humano y el universo actúan siguiendo su propio sentido, este acto de independencia los une en un sentido común que los trasciende a ambos. La princesa, hija del rey, representa el plano celestial, que se halla en el fondo del castillo, prisionera de los vampiros, pero intacta, a la espera de ser rescatada de entre las tinieblas. Solo el guerrero es capaz de realizar esta tarea, porque solo aquel que juega su vida en cada acción, puede rescatar de las tinieblas a su consciencia universal. Porque quien no comprende el eterno devenir del día y la noche, no comprende el misterio de la vida y de la muerte. Y teme morir, porque desconoce que no es posible cesar de existir. Pues solo quién comprende que la muerte, no es más que la transformación de la vida, puede emprender el ascenso celestial. La princesa es la consorte del extranjero. A partir de la conquista del Reino es la esposa del Rey, su Reina. En esta pareja está representada la unión del Cielo y la Tierra. El extranjero baja a la tierra y al tomar posesión de ella, luego realiza la unión de estos dos planos. Esta fusión de lo terreno y lo sublime es lo que en alquimia se conoce como la “Celebración de las bodas químicas”. Es la unión de los opuestos en una sola naturaleza. El extranjero desciende al Infierno –el mundo inferior- y asciende al cielo, luego de despertar su consciencia espiritual. Se transforma en el Dragón, la síntesis del Cielo y la Tierra.
El Tai Chi Chuan es la representación de un ciclo que consiste en descender a los estratos más profundos de nuestro ser, para luego ascender a los planos más sutiles y celestiales. Pero esto solo es posible recuperando el reino, porque el verdadero “Matrimonio Alquímico” debe tener su expresión tanto en el Cielo como en la Tierra. El practicante debe limpiar sus vehículos de las entidades vampíricas, para poder manifestarse como el puente entre lo celestial y lo terrenal. El canal debe estar limpio, vacío. Y en esto consiste el trabajo en el Tai Chi Chuan. Es un continuo limpiar, lento y constante. Esta tarea poco a poco va teniendo como resultado un vacío interior, gracias al cual es posible reflejar mejor el mundo exterior. Para poder ser espejo del Macrocosmos es necesario limpiar el cristal. Y en la medida en que este cristal está más limpio podemos reflejar mejor al universo, e ir gradualmente alcanzando una identidad con el mismo. 

 



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