por Damián
Sueño
(2 de febrero de 2007)
Sangre. Estoy durmiendo y me despierto con sangre en la mano. Brota imperceptiblemente, sin dolor. Me quito las sábanas y mis brazos también están ensangrentados. No se si tengo heridas o quizás esa sangre no sea mía… Voy al baño y me lavo las manos, pero la sangre no sale. Me miro al espejo y una extraña tranquilidad se refleja en mi mirada, como si no fuera yo. Salgo del baño y alguien me da una garra de papel con cinco puntas. La contemplo y comienzo a rasgarme la piel. Me siento ridículo al querer rasgarme la piel con eso, como si acaso fuera posible lastimarme o curarme. Intento hacer memoria, quiero saber de donde vino la sangre. En un movimiento automático miro mi brazo derecho y veo que la garra dejo un surco, como si mi carne fuera de tierra. Cada rasguño de la garra se transforma en un surco y de la rojiza tierra comienzan a brotar plantas, pasto y árboles, distintos tipos de vegetación.
Me levanto y voy al patio. Es de noche y hace calor. Miro el cielo y pasa un globo aerostático. Mi cuerpo se vuelve pesado, me cuesta moverme, y poco a poco me voy convirtiendo en una especie de montaña. Me detengo, y mi mirada sigue el vuelo del globo aerostático que se pierde lentamente detrás de la Luna.
Detrás de la pared de la casa veo unos pies descalzos, fríos y quietos… son mis pies. Una guitarra se deja escuchar en la habitación vecina. Los pies no se mueven. En la punta del dedo gordo, una gota de sangre seca se deja iluminar por la luna en cuarto menguante.
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