Soplan Vientos De Cambio...


jueves, 17 de abril de 2014

Musicoterapia: Nota Biográfica → Wolfgang Amadeus Mozart (parte 3)

por Azrael


Nota Biográfica 
 
Wolfgang Amadeus Mozart  
 
(parte 3)
 
Luego de sus opiniones sobre la corte de Luis XVI, W. A. Mozart fue hasta el clavecín de su estudio y comenzó a tocar un minué (menuet o menuetto, según el país). Sus dedos se deslizaban grácilmente sobre el teclado, a la vez que movía su cabeza mientras lo hacía. Nadie podría dudar de que estuviera sintiendo la música en su espíritu. Al terminar la pieza, aplaudí emocionado, ante lo cual, me miró sonriendo y me dijo: “Esta obra no está ahí abajo… La compuse aquí.” Al tiempo que expresaba esto, levantó su dedo índice y me guiñó un ojo, riéndose después ante lo que había dicho.
“Anteriormente le pregunté por su madre”, le dije, “y ahora me gustaría que me cuente sobre su padre, con el cual compartió en vida el arte de componer.”
“¡Ah, Leopold, mi amado padre!”, suspira, cerrando sus ojos por un momento. “Ahora mismo debe estar enseñándole música o violín a algún alumno… ¡Ja, ja, ja!”, dice, riéndose graciosamente. “Siempre fue su esencia, y lo sigue siendo. Naturalmente, ahora tiene más tiempo para componer, y lo disfruta más… No tiene que aguantar a ningún superior que le esté dando órdenes, y menos a los que tuvo en su vida física, lo cual, créame, amigo, es una gran ventaja. Más allá de que él siempre fue más respetuoso de las jerarquías que yo, eso no significa que aceptaba todo con una sonrisa. Más bien, sí lo hacía, pero por dentro, insultaba a toda la familia de quien le daba la orden, si ésta le era dada autoritariamente y sin tacto,” explica riéndose.
“Él fue quien le dio sus primeras nociones de música, al igual que a su hermana, ¿no es así?”
“Así es, y Nannerl (n.e.: su hermana) también me ayudó en mis primeros pasos. Mi padre fue un excelente maestro, más allá de que yo aprendía muy rápido y eso él lo notó. De ahí la necesidad de mostrar ese talento mío, porque él siempre creyó que hacerlo era un deber sagrado ante Dios y el mundo.”
“En cierto momento de su vida, usted trabajó muy cerca de su padre, ambos para el Arzobispo de Salzburgo.”
“Sí, es cierto”, contesta, mirando hacia arriba con una mueca de disgusto en su cara, “yo tenía un trabajo remunerado, era Organista de la Corte del Arzobispo. No era un gran dinero, lo cual hubiera sido lo más justo, no sólo por mis tareas ahí, sino por el hecho de tener que soportar al Cardenal Colloredo (el segundo de los arzobispos para el cual trabajé). Mi padre no tenía problemas con él por el carácter que tenía Leopold, pero yo no lo toleraba. Los músicos que estábamos ahí a su servicio éramos considerados simple empleaduchos a su sueldo. Nunca tuvo a bien considerar a las artes como algo esencial, más allá de ciertas acciones. Todo se fue tensando cada vez más entre él y yo, hasta que me despidió por mis “frecuentes ausencias” en viajes que yo realizaba en comisión de servicios. Mi padre quedó horrorizado con tal decisión, y a partir de ese momento, siempre que tenía oportunidad, no dejaba de lamentarse, no sin cierto recelo, por la dificultad (grande, por cierto) que había a la hora de conseguir músicos para la corte del Arzobispo cuando alguno era despedido o se iba. ¿A que no se sabe por qué casi ningún músico quería entrar a trabajar ahí? Piense mal y acertará…”, concluye, con un gesto de fastidio en su cara.


  
Divertimento Nº 6 en Do Mayor para ensamble mixto, KV 188

Partes / Movimientos

1) Andante
2) Allegro
3) Menuetto
4) Andante
5) Menuetto
6) Gavotte

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