por Zedekiel y Azrael
Dhammapada
Consejos Del Buddha
Capítulo XIV
Buddhha
(O Aquel Que Se Despierta A Sí Mismo)
Aquel cuyo logro proporciona la paz necesaria, que ninguna crítica puede rozar, ha encontrado en su interior la guía de vida necesaria, en el silencio que todo lo sabe, todo lo ve y todo lo percibe, más allá de toda lógica.
A aquel que está seguro de que su sendero es el correcto, aun siguiendo su propio deseo, o a aquel que ha apagado su propio deseo de vida, ¿cómo poder ayudarlos a comprender la decisión necesaria? ¿Qué actitud es la debida? Oriéntanos, Luz del Silencio Interior.
Los dioses perciben y respetan a aquellos Seres que, a través del esfuerzo, la perseverancia y el enfrentamiento de los propios errores (que los han llevado a Ser) mantienen así su posición más allá de las tormentas de este mundo probatorio, compartiendo este logro.
No es fácil el nacer a este mundo; dificultosa es la vida cotidiana; se requiere de gran esfuerzo para encontrar dónde se encuentra la verdad, que expresa el silencio, en lo profundo del Ser, y es allí donde, posiblemente, encuentres al Perfecto Despierto, si te atreves.
Luego del aprendizaje, a través de los errores, sólo a partir de ese momento diferenciaremos lo correcto de lo incorrecto, logrando que la intención sea la apropiada a la necesidad del Ser interior, el portador de luz, el Buddhha.
Aquellos que han logrado despertarse, llaman “paciencia” a uno de los más profundos logros, cuyo objetivo es el aprendizaje a través del camino del sacrificio de sí mismo y de aquellos valores que la humanidad natural tiene por ciertos. La paciencia es la manifestación más palpable y cotidiana de la no-violencia y de la paz interior, que confía, más allá de cualquier duda, en el propósito profundo que yace oculto en el prójimo.
La sugerencia del Íntimo, que espera que nuestra conciencia no se alimente de la crítica, de la violencia egoísta, que viva acorde al sentido interno, que es manifestación de un Sentido Mayor, se trasluce en la forma en que nos nutrimos, dormimos y nos relacionamos con el prójimo. Así, los pensamientos quedan al servicio de aquél (el Íntimo), al igual que las intenciones.
La codicia es el grito desesperado de la conciencia, en el camino de la búsqueda hacia sí mismo. Cuando ella ya no la satisface, ya no tenemos necesidad de seguirla. Todo es necesario.
Otros Seres necesitan de la meta de los placeres celestiales, cuya enseñanza ha de encontrarse al lograr hallarlos. El deseo es la fuerza motriz que impulsa al Ser consciente hacia un nuevo logro y, consecuentemente, a un nuevo despertar. Todo es necesario.
Los Seres humanos, bajo la enseñanza del miedo, buscan refugios temporales: el consejo de los Sabios, los templos, las ermitas autoerigidas… lo externo, hasta encontrar en su propio cansancio al refugio del Ser interior que, con todo y con todos, conforma una Unidad de Vida.
Gracias a estos refugios temporales y a la experiencia que nos brindan los mismos, es que la conciencia comienza a tener la necesidad de la búsqueda, en la profundidad del propio Ser. Todo es necesario.
Aquel que se ha encontrado a sí mismo, fuente de lo necesario, y ha encontrado su sitial, en el silencio de la sugerencia interior, posiblemente encuentre cuatro sabios consejos:
La enseñanza que brinda el dolor, el origen del dolor, el término del dolor, y los pasos necesarios (Noble Óctuple Sendero), que nos acercarían a la conclusión del aprendizaje dado por la escuela del dolor.
En los pasos necesarios, es donde el Ser encuentra seguro refugio, en el camino de la búsqueda de la verdad.
La noble tarea de encontrarse, no es un hecho que se logre con facilidad, pero aquel que así lo realiza, sólo querrá compartir con los demás dicho aprendizaje.
Gran regocijo siente el Ser, luego del contacto del reencuentro; gran alegría despierta el contacto con el portador de la verdad interna. La paz encontrada, es acogedora y perdurable, despertando una devoción de profundo respeto, que se manifiesta como Fraternidad En La Consciencia Trascendente.
Aquel que, frecuenciado consigo mismo, descubre la sintonía fraternal, ya no percibe como lazo en su memoria, las experiencias que lo llevaron a tal contacto trascendente, y el sano discernimiento reina en él; conoce el valor verdadero de la lealtad y el respeto de la camaradería universal; su logro es, un logro fraternal.